Algunas de las consecuencias de saltarse el desayuno son decaimiento, falta de concentración, y mal humor, debido a la falta de azúcar, que es nuestro principal combustible energético que produce el ayuno.
Hay que recordad que a primera hora de la mañana el organismo lleva ya entre 8 y 10 horas sin recibir ningún alimento. La falta de glucosa empuja a nuestro cuerpo a quemar otras reservas energéticas, lo que causa múltiples alteraciones en las funciones normales del organismo. En edades escolares, esto compromete el aprendizaje y acarrea un descenso en el rendimiento ya que la capacidad de locución o expresión, de memoria, de creatividad y de solución de problemas quedan particularmente afectadas. Por todo esto, se puede considerar que el desayuno es un hábito que impacta directamente en el estado físico, psíquico y nutricional, no solo de niños y adolescentes, sino de personas de todas las edades.